jueves, 5 de junio de 2014

Tiempo de partir


Preparó su pequeña y vieja maleta de cuero hecha por talabarteros del pueblo,  se dio cuenta que solo tenía cuatro vestidos ya gastados, los mismos con los que había llegado hacía cuatro años atrás.  Se puso los zapatos pasados de moda, y que limpiaba a diario para que no fueran a arruinársele. La pañoleta raída en su cuello  y el sombrerito de lona le daba un aspecto tan miserable;  como miserable había sido su vida al lado de Joaquín.

Elvira pensaba que quizás Joaquín se había cansado de verla siempre en fachas, y aunque lo esperaba siempre muy limpiecita y olorosa a jabón del baño reciente;  concluía que el mal estaba en el atuendo.  Se fue al mercado,  compró un vestido de los más baratos pero que  entallaba muy bien en su curvilínea figura que aun conservaba a pesar de los años,  un carmín para su pálido rostro y un pintalabios  que la hiciera lucir coqueta.

Lo esperó como siempre hacía cada domingo, pero Joaquín no llegó ni ese, ni el domingo siguiente;  así que Elvira tomó su maleta y se marchó por la polvorienta calle, dejando atrás  los sinsabores de los últimos  años,  se perdió entre el  tumulto y el bullicio de la gente que esperaba subir al tren   ese día.

Se conocieron  en la secundaria,   ninguno de los dos  había percibido al otro, se habían visto de pasada nada más, y quizás habían compartido algún saludo necesario de compañero.

Los años pasaron,  cada uno formó su hogar y tuvieron sus respectivos hijos, pero por esas cosas que la gente llama destino;  se encontraron    caminando por el pueblo después de décadas de no verse. Se dieron un apretado abrazo y se quedaron tomados de la mano observándose el uno al otro,  analizando cuanto habían cambiado en todo ese tiempo.

Se besaron de despedida sin comprender en realidad lo que estaba pasando, cada uno formuló en su cabeza un deseo por el otro y decidieron aventurarse a vivirse y sentirse como una experiencia nueva, queriendo recuperar un poco aquellos sentires de adolescentes que tanta falta hace cuando la rutina arruina la vida de los matrimonios.

Elvira  abandonó el hogar,   se fue a vivir a un pequeño cuarto  que le había alquilado Joaquín. Las primeras semanas;  las hormonas echadas a andar estaban presentes en cada mirada, en cada caricia y en cada encuentro carnal.
Joaquín solo estaba  por ratos, a Elvira le disgustaba esa situación, ella había dejado todo por él,  pero no era igual del otro lado, así que se aguantaba y lloraba en silencio.

Meses y años pasaron,  la soledad invadía  a la pobre Elvira, Joaquín se ausentaba por días enteros y cuando llegaba al cuartucho viejo; no preguntaba nada, ni conversaba, se dedicaba a cumplir como hombre aquello que a Elvira ya no le interesaba, luego se iba sin despedirse,  dejando unos cuantos  billetes en la destartalada mesita, sumiendo  de esa forma a Elvira en una  terrible frustración.

Pasados unos días; Joaquín se presentó  en el viejo cuarto con maleta en mano y con la firme decisión de compensarle a  Elvira la carencia a la que la había sometido todo ese tiempo, se sentó en la cama a esperar a que regresara de los mandados, ignorando que ella iba con rumbo desconocido,  para olvidarse de las  mismas carencias.








Cada noche . . .




Cada noche a hurtadillas llego a tu lecho mientras duermes

cada noche en silencio y en secreto me posees en mi deseo

cada noche se lleva a cabo el registro tu piel en la mía

cada noche tatuados tus besos testifican tu presencia.

Y al amanecer. . .  desparece la evidencia, porque en vaporosa luz te disipas.






domingo, 4 de mayo de 2014

Domingo de lluvia . . .



 . . . La añoranza bate alas posándose en la erizada piel 

el abrazo soñado aguarda en algún punto del universo

el tibio beso se detiene a esperar

el deseo de amar guardado en un corazón.





viernes, 2 de mayo de 2014

B ú s q u e d a



Y heme aquí al inicio de mi viaje
no se cuanto polvo o flores quede en mi camino
espérame corazón palpitante, voy en pos de ti, 
quizás tu dichosa ciencia me ubique
porque en este largo caminar no encuentro mi diana,
pues entre el andar, caer y correr;
de error en error me descubro tan humana. . . 




jueves, 1 de mayo de 2014

Adiós abril . . . Bienvenido mayo





Llueve,  las calles están vacías, camino sola al filo de la madrugada. El único ruido viene de la lluvia golpeando  al caer, percibo un aroma envolvente, penetrante y místico, inunda el ambiente como una perfumería donde los pomos están  abiertos.

investigo, descubro; asomándose sobre la tapia que lo resguarda está el responsable, me guiña sus ojos de aroma,  me acerco sigilosa, lo contemplo, volteo hacia uno y otro lado, alargo el brazo, parada en  puntillas cometo el crimen perfecto; robo parte de su excitante esencia, nadie me vio, lo escondo en mi pecho, me castiga impregnándome de su olor.   Lo llevo a casa, me duermo en un éxtasis por su causa.
  
Abro los ojos, un ave canora me despierta, ¿soñé todo? nunca he robado nada, claro; fue solo un sueño. Sonrío, el aroma de mi sueño se ha quedado en mi mente, puedo percibirlo aun. Voy por agua . . .

  ! Eh ! ¿Que sueño ha sido este? la evidencia está ahí sobre  la mesa. El ramo de limonaria tiene perfumado mi espacio. . . Solo puedo recordar que ayer empezaba a llover.

Bendito mayo que me traes cosas nuevas.






martes, 29 de abril de 2014

Buscando descubrí . . .




En  mi lánguido otoño busqué 
y andando por ahí fui descubriendo, 
descubrí que las flores adornan otra mesa
que la melodía suena en otro salón 
que el verbo acaricia otros oídos,
que la chispa enciende otra hoguera.

descubrí que mi mano va  aferrada a la nada
que mis ojos no son pájaros posados en algún  sitio 
que mi beso no encontró una boca 
que mi abrazo no encontró un cuerpo
que mi lengua de azúcar enmudeció.

Buscando descubrí que el numen ya no existe
que la musa anda equivocada en su Parnaso 
que el céfiro no acaricia como cuando es octubre.

Y en mi frío otoño en que me vuelvo tarde gris
me encontré andando sola.

No hay preguntas, ya que no hay  respuestas
solo sueño desvanecido;  como humo en el aire,  
como sal en el agua, no hay dolor...

Nunca estuve ahí, no fui, no soy, ni seré.

y en este abril tan octubre en que la primavera 
apunta hacia otros horizontes 
y donde el ave imita el canto de las sirenas; 

. . .  me despido




sábado, 1 de febrero de 2014

Del ayer . . .



El niño juega con su balón en el parque  cerca de la muchacha que lee un libro, de cuando en vez la pelota se escapa y va  a parar a los pies de la joven mujer. A los  9 años el niño solo quiere jugar y divertirse, a los   25  la mujer solo quiere instruirse y atiborrarse de lecturas actuales.
De cuando en vez la mujer  suspende la lectura para lanzar el balón  y advertirle al niño que tenga cuidado.
El chiquillo sonríe con gracia cada vez que aquella le devuelve el balón,  a ella le causa ternura aquel niño de mejillas sonrosadas. .  .
-       ¿Te puedo dar un beso? .- le dice con su vocecita inocente
-       ¡Claro mi amor! Si puedes .- el niño se acerca, le da un beso en la mejilla ruborizándose en  su edad.
-       ¿Me esperas a que crezca? Quiero casarme contigo
La mujer sonríe de la ocurrencia, le aprieta las mejillas y lo envía tras el balón que acaba de lanzar.
-       Ve querido, sigue jugando, lo que dices es imposible, cuando tu crezcas yo estaré muy vieja.
El niño corre tras su juguete, como tras de la vida y se olvida de lo que acaba de pedir. La mujer guarda su libro y se va a casa desojando primaveras, secando inviernos, sudando veranos y arrastrando otoños.

El joven de veinticinco años, sentado en la banca del parque lee un libro, de cuando en vez suspira y hace un alto en la lectura, cierra de golpe el libro y se levanta de repente, asustando a la señora que va pasando y haciendo que se le caiga al piso  la agenda que lleva en sus manos, desparramándose algunos papeles donde se distinguen apuntes. Nervioso ayuda recoger lo que se ha caído, se disculpa estrechando la mano de la dama, ella le sonríe y le hace saber que no ha pasado nada. Se despiden, él le da un beso en la mejilla experimentando un dejá vu, la ve extrañado pero la deja ir sin decir nada...