domingo, 30 de noviembre de 2014
jueves, 5 de junio de 2014
Tiempo de partir
Preparó su pequeña y vieja maleta de cuero hecha por talabarteros del pueblo, se dio cuenta que solo tenía cuatro vestidos ya gastados, los mismos con los que había llegado hacía cuatro años atrás. Se puso los zapatos pasados de moda, y que limpiaba a diario para que no fueran a arruinársele. La pañoleta raída en su cuello y el sombrerito de lona le daba un aspecto tan miserable; como miserable había sido su vida al lado de Joaquín.
Elvira pensaba
que quizás Joaquín se había cansado de verla siempre en fachas, y aunque lo
esperaba siempre muy limpiecita y olorosa a jabón del baño reciente; concluía que el mal estaba en el atuendo. Se fue al mercado, compró un vestido de los más baratos pero que
entallaba muy bien en su curvilínea
figura que aun conservaba a pesar de los años,
un carmín para su pálido rostro y un pintalabios que la hiciera lucir coqueta.
Lo esperó como
siempre hacía cada domingo, pero Joaquín no llegó ni ese, ni el domingo
siguiente; así que Elvira tomó su maleta
y se marchó por la polvorienta calle, dejando atrás los sinsabores de los últimos años,
se perdió entre el tumulto y el
bullicio de la gente que esperaba subir al tren ese
día.
Se
conocieron en la secundaria, ninguno
de los dos había percibido al otro, se
habían visto de pasada nada más, y quizás habían compartido algún saludo
necesario de compañero.
Los años
pasaron, cada uno formó su hogar y
tuvieron sus respectivos hijos, pero por esas cosas que la gente llama
destino; se encontraron caminando por el pueblo después de décadas
de no verse. Se dieron un apretado abrazo y se quedaron tomados de la mano
observándose el uno al otro, analizando cuanto
habían cambiado en todo ese tiempo.
Se besaron de
despedida sin comprender en realidad lo que estaba pasando, cada uno formuló en
su cabeza un deseo por el otro y decidieron aventurarse a vivirse y sentirse
como una experiencia nueva, queriendo recuperar un poco aquellos sentires de
adolescentes que tanta falta hace cuando la rutina arruina la vida de los
matrimonios.
Elvira abandonó el hogar, se fue
a vivir a un pequeño cuarto que le había
alquilado Joaquín. Las primeras semanas;
las hormonas echadas a andar estaban presentes en cada mirada, en cada
caricia y en cada encuentro carnal.
Joaquín solo
estaba por ratos, a Elvira le disgustaba
esa situación, ella había dejado todo por él,
pero no era igual del otro lado, así que se aguantaba y lloraba en
silencio.
Meses y años pasaron,
la soledad invadía a la pobre Elvira, Joaquín se ausentaba por
días enteros y cuando llegaba al cuartucho viejo; no preguntaba nada, ni
conversaba, se dedicaba a cumplir como hombre aquello que a Elvira ya no le
interesaba, luego se iba sin despedirse,
dejando unos cuantos billetes en
la destartalada mesita, sumiendo de esa
forma a Elvira en una terrible
frustración.
Pasados unos
días; Joaquín se presentó en el viejo
cuarto con maleta en mano y con la firme decisión de compensarle a Elvira la carencia a la que la había sometido
todo ese tiempo, se sentó en la cama a esperar a que regresara de los mandados,
ignorando que ella iba con rumbo desconocido, para olvidarse de las mismas carencias.
Cada noche . . .
Cada noche a hurtadillas llego a tu lecho mientras
duermes
cada noche en silencio y en secreto me posees en mi deseo
cada noche se lleva a cabo el registro tu piel en la mía
cada noche tatuados tus besos testifican tu presencia.
Y al amanecer. . . desparece la evidencia, porque en vaporosa
luz te disipas.
domingo, 4 de mayo de 2014
viernes, 2 de mayo de 2014
jueves, 1 de mayo de 2014
Adiós abril . . . Bienvenido mayo
Llueve, las calles están vacías, camino sola al filo de la madrugada. El único ruido viene de la lluvia golpeando al caer, percibo un aroma envolvente, penetrante y místico, inunda el ambiente como una perfumería donde los pomos están abiertos.
investigo, descubro; asomándose sobre la tapia que lo resguarda está el responsable, me guiña sus ojos de aroma, me acerco sigilosa, lo contemplo, volteo hacia uno y otro lado, alargo el brazo, parada en puntillas cometo el crimen perfecto; robo parte de su excitante esencia, nadie me vio, lo escondo en mi pecho, me castiga impregnándome de su olor. Lo llevo a casa, me duermo en un éxtasis por su causa.
Abro los ojos, un ave canora me despierta, ¿soñé todo? nunca he robado nada, claro; fue solo un sueño. Sonrío, el aroma de mi sueño se ha quedado en mi mente, puedo percibirlo aun. Voy por agua . . .
! Eh ! ¿Que sueño ha sido este? la evidencia está ahí sobre la mesa. El ramo de limonaria tiene perfumado mi espacio. . . Solo puedo recordar que ayer empezaba a llover.
Bendito mayo que me traes cosas nuevas.
martes, 29 de abril de 2014
Buscando descubrí . . .
En mi lánguido otoño busqué
y andando por ahí fui descubriendo,
descubrí que las flores adornan otra mesa
que la melodía suena en otro salón
que el verbo acaricia otros oídos,
que la chispa enciende otra hoguera.
descubrí que mi mano va aferrada a la nada
que mis ojos no son pájaros posados en algún sitio
que mi beso no encontró una boca
que mi abrazo no encontró un cuerpo
que mi lengua de azúcar enmudeció.
Buscando descubrí que el numen ya no existe
que la musa anda equivocada en su Parnaso
que el céfiro no acaricia como cuando es octubre.
Y en mi frío otoño en que me vuelvo tarde gris
me encontré andando sola.
No hay preguntas, ya que no hay respuestas
solo sueño desvanecido; como humo en el aire,
como sal en el agua, no hay dolor...
Nunca estuve ahí, no fui, no soy, ni seré.
y en este abril tan octubre en que la primavera
apunta hacia otros horizontes
y donde el ave imita el canto de las sirenas;
. . . me despido
sábado, 1 de febrero de 2014
Del ayer . . .
El niño juega con su balón
en el parque cerca de la muchacha que
lee un libro, de cuando en vez la pelota se escapa y va a parar a los pies de la joven mujer. A los 9 años el niño solo quiere jugar y divertirse,
a los 25 la mujer solo quiere instruirse y atiborrarse
de lecturas actuales.
De cuando en vez la mujer suspende la lectura para lanzar el balón y advertirle al niño que tenga cuidado.
El chiquillo sonríe con
gracia cada vez que aquella le devuelve el balón, a ella le causa ternura aquel niño de
mejillas sonrosadas. . .
-
¿Te puedo dar un beso? .- le dice con su
vocecita inocente
-
¡Claro mi amor! Si puedes .- el niño se
acerca, le da un beso en la mejilla ruborizándose en su edad.
-
¿Me esperas a que crezca? Quiero casarme
contigo
La mujer sonríe de la
ocurrencia, le aprieta las mejillas y lo envía tras el balón que acaba de
lanzar.
-
Ve querido, sigue jugando, lo que dices es
imposible, cuando tu crezcas yo estaré muy vieja.
El niño corre tras su
juguete, como tras de la vida y se olvida de lo que acaba de pedir. La mujer
guarda su libro y se va a casa desojando primaveras, secando inviernos, sudando
veranos y arrastrando otoños.
El joven de veinticinco
años, sentado en la banca del parque lee un libro, de cuando en vez suspira y
hace un alto en la lectura, cierra de golpe el libro y se levanta de repente,
asustando a la señora que va pasando y haciendo que se le caiga al piso la
agenda que lleva en sus manos, desparramándose algunos papeles donde se
distinguen apuntes. Nervioso ayuda recoger lo que se ha caído, se disculpa
estrechando la mano de la dama, ella le sonríe y le hace saber que no ha pasado
nada. Se despiden, él le da un beso en la mejilla experimentando un dejá vu, la ve extrañado pero la deja ir sin decir nada...
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