jueves, 7 de julio de 2011

B u m e r á n










































(Jamás mis ojos conocieron criatura igual)

A mis años desperté la pasión en una persona menor que yo. Y empecé a soñar con aquel ser tierno y dulce. Las ganas de llorar venían a mí en locas envestidas, le deseaba con todo el ímpetu de mi ser experimentado. Nadie me lo dijo, yo me di cuenta, sus ojos no mentían, lo descubrí detallando mi rostro con su mirada, como si estuviera haciendo una pintura, pintura que quería dejar grabada en su memoria.

Se sintió cohibido al ver que yo, ya lo había descubierto, bajó su rostro y trató de esconder sus ojos de los míos.
En aquel instante me pareció aquel páramo un lugar edénico. Y las flores se abrieron por la noche y aspiré aquel perfume abstracto que traía la brisa.
- ¡Que locura pensé!, es apenas un niño, pero sus formas decían lo contrario.
-Tengo una cita con la Sabiduría. - Me dijo. Asentí y lo dejé ir, segura de que volvería.
Morfeo me abrazó y me perdí en aquellos brazos, hasta que la luz del nuevo día hirió mis pupilas.
Por algunos días su ausencia me desconcertó, mis ojos necesitaban el colirio de su imagen.  No sabía a donde había ido, pero ya le extrañaba.

- Estuve con la belleza   - me aclaró.  Sentí celos, los celos que nunca sentí por nadie, pero yo no podía dejar al descubierto mis sentimientos y me tragué aquella rabia.

Nuevamente sus ojos esquivaban los míos.  – ¡Si el supiera! Pensaba yo, si supiera que yo también le estoy amando en secreto, pero como decírselo, como faltar a mi cordura, como abrir la verdad de mi corazón.
Coincidíamos en el mismo lugar, pues ambos éramos amigos de la Sabiduría y eso era más que un pretexto para podernos ver.
Los días se iban uno tras otro, metidos en una semana, o en dos, o… en tres, no sé.   Me acosté sobre las frías baldosas de aquel lugar y viendo el cielo estrellado empecé a soñar...
Le vi en la azotea de mi templo y lo convertí en mi semidiós, él vislumbra mi presencia desde lo alto, agita sus brazos y me llama. Voy sin demora, es tan alto el lugar donde está, que mi respiración está entrecortada, espera a que se normalicen los latidos de mi corazón.
– Cierra los ojos y piénsame,  -me dice,  -obedezco,  -le veo, me ve y me declara su amor. Le tomo la mano y el besa la mía con miedo, pero deseando quizás besar mi boca, luego le veo sollozar por la impotencia de sus tiernos años y de saberme ajena, estalla en llanto y le abrazo, enjugo sus preciosas lágrimas, me expone la culpabilidad de sus sentimientos, le libro de toda culpa y la tomo para mí.

¿En que momento empezó todo? Ni siquiera me di cuenta en que momento él decidió que yo era la persona adecuada ¿En que momento los dos erramos llevados por la atracción?

Es esbelto, es moreno, es él, la criatura más linda que han visto mis ojos.

Me mira, me quiere sacar de mi mundo de misticismo, me mira de nuevo, me sacude de los hombros deseando sacarme de ese mundo irreal en el que estoy metida, amenaza con pararse en la orilla de la azotea, desplegar sus brazos como si fuecen alas y alzar el vuelo.
Me abrazo a sus piernas, le suplico que se quede en mi mundo de fantasía, se apronta a bajar y en suelo firme, atisba a su alrededor, cerciorándose de miradas furtivas, me atrae con violencia hacia él, rompe mis labios en un beso sansonésco, liba mi sangre cual si fuera miel, no hay remordimiento, me deposita en el suelo frío, sin importar ya nada.

¿Quién sabe la diferencia entre una hora y otra, cuando el tiempo se detiene?  Solo sé que salté en el tiempo veinte años atrás y él veinte años adelante.
Abro los ojos y él da la vuelta, la realidad es mentira, o… ¿la mentira es realidad? Le veo alejarse, me lanza una mirada amistosa, ¡amistosa! Que cruel verdad, solo el tierno beso de su boca carnosa aun arde en mi mejilla encendida.
¿Cuando fue que empecé a exagerar todo? Un apretón de manos; un abrazo, -un inocente beso en la mejilla; besos desenfrenados hasta hacer sangrar la boca, -un abrazo fraterno; la posesión.

Tengo una cita con la sabiduría, -me dijo.  Asentí  y lo deje ir, segura de que volvería.

Morfeo me abrazó y me perdí en aquellos brazos, hasta que la luz del nuevo día hirió mis pupilas.



 Fin




4 comentarios:

Anónimo dijo...

Què historia! me encantò! te felicito!!!

Blanca Castillo Martí dijo...

Hay algo de verdad en esta historia, gracias por leerme.

Alf dijo...

UNA LINDA HISTORIA

Blanca Castillo Martí dijo...

Gracias Alfredo Diaz, eres muy amable.