Decidió que debía alejarse de todo ese mundo que la ataba a la espera de diálogos inhumanos, aquel ser sin vida le absorbía tiempo valioso, había pensado que no estaría mal emprender un viaje a su interior y encontrar ahí respuestas al tedio diario, por otro lado; los númenes andaban perdidos y no sabía donde encontrarles, quizás estaban en el mismo sitio junto a sus respuestas.
Cerró los ojos como para aliviar un poco el cansancio del día, tiempo después se sintió ligera y en perfecta quietud, así es que atravesó la puerta cerrándola tras de sí, respiró profundo y empezó a caminar.
A paso lento iba subiendo la cima de aquella empinada montaña, el corazón latía como si fuera a salírsele del pecho, la sangre corría a torrentes llevada por la presión, escabroso se presentaba el camino, la fémina miraba hacia uno y otro lado buscando algo en la soledad de aquel lugar, el olor fresco de la naturaleza le mitigaba el cansancio, un pájaro de negro color pasó graznando cerca de su cabeza, alzó los brazos haciendo ademan de espantar al ave, pero el mismo se había perdido ante la vista incrédula de aquella.
Se sentó a descansar sobre una blanquecina piedra al tiempo que tomaba bocanadas de aire y trataba de calmar su respiración, mirando hacia abajo descubría cuanto había subido, suspiró aliviada, lo que quedaba era menos de lo que ya había andado, el hilo de plata del riachuelo se distinguía desde lo alto, los mosquitos le molestaban zumbando muy cerca del rostro y en aquella quietud; las palmadas rompían el silencio.
Como un eco; la risa de una niña retumbó por los cuatro puntos de aquel verde paisaje, la mujer volteó, dirigió su mirada hacia lo más alto, con vestidito blanco y listón azul en el cabello, la pequeña corría en dirección a la cerca destartalada que resguardaba una pintoresca casita ubicada en lo alto de la montaña, un hombre corría tras ella con los brazos extendidos como cuidándole el inseguro correteo. La mujer observó la escena como si estuviera viendo una ilusión, le pareció extraño que alguien pudiera vivir alejado de la civilización, pensó si habría otra persona dentro de la casa. Se levantó de la blanquecina piedra y dirigió sus pasos hacia aquel ser humano de noble figura y rostro serio, se apoyó en un florido árbol de nance y desde ahí le gritó al varón que ya cargaba con la pequeña en brazos.
- ¿ Cual es tu nombre?
- Juan
- ¿Y la pequeña?
- Es mi hija
- ¿Y tu esposa?
- No tengo
- Juan
- ¿Y la pequeña?
- Es mi hija
- ¿Y tu esposa?
- No tengo
Las parcas respuestas desconcertaron a la mujer y mientras le veía asombrada esperando una palabra más; solo pudo comprender que aquel solitario no deseaba entablar conversación.
La pequeña recostó su cabecita en el hombro de su padre, este la abrazó y dirigió su mirada hacia el hilo de plata, suspiró, quizás llevado por la estampa natural que tenía ante sus ojos ó; porque algún recuerdo acababa de invadirle el alma.
Su pupila se llenó de aquel lugar y como si olvidara que acaba de interrelacionar con otro ser humano; dio la vuelta y se internó en el interior de su casa, llevando a su pequeña dormida en brazos.
La mujer esperó a que regresara, pero la espera fue inútil, la varonil figura no volvió a aparecer. Se recostó en el tronco del florido nance y cerró los ojos en un intento por darse ánimos para emprender el regreso cuesta abajo.
No supo cuanto tiempo se mantuvo con los ojos cerrados, lo que si tuvo claro es que cuando los abrió; un sol esplendoroso entraba por la ventana de una anticuada habitación y aquel ser sin vida que le absorbía tiempo valioso; seguía ahí mismo, en el sitio donde le dejó antes de emprender el viaje.
Fin
3 comentarios:
Muy bueno Blanca!!!!! me encantaron las descripciones del paisaje y la redacciòn es increìble!
Gracias Juan! !Pero que serio eras en el sueño! Fue un placer escribir esta historia, la disfruté, gracias por la idea.
Sencillamente fabuloso, me dejo en el eterno descanso del deseo y la brisa que arrulla la existencia del amor.
Hector
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