Luisa llevaba el lienzo en una mano y en la otra los pinceles y la caja de las pinturas, andaba a paso ligero, pues ya casi era la hora de la comida.
Cuando pasó, el aroma fue inevitable, el olor a geranios era evidente, Omar la miró con rabia y conteniendo la ira de los celos le preguntó
– ¿Dime que no conoces a otro hombre más que a mi?
- Así es. –respondió ella, con ímpetu y rabia contenida
-Mentirosa.-pensó él, -como es posible que mienta tan descaradamente, cuando ese olor que trae no deja lugar a dudas, me engaña con el pretexto de que va a pintar, con alguien debió haberse visto en el campo, seguramente allí mismo se revolcaron, ese es un olor de monte, necesito tener la certeza para matarla.
La intención del beso fue rechazada como si estuviera rechazando un veneno que no se quiere tomar. Luisa no comprendió el rechazo y se encogió de hombros, ya estaba acostumbrada a los procederes de su marido, se introdujo a la casa dispuesta a cocinar, su esposo había invitado a un viejo amigo, que recién había llegado del extranjero.
Con la prisa que llevaba, Luisa rozó con aquella mata de geranios, impregnándose el olor en su falda, siguió tan rápido como iba y tropezó con Nelson, pidió disculpas y sin fijarse en aquél; continúo su camino apurada. Nelson se detuvo a observarla, pensando en lo hermosa que era, y en el perfume tan extraño que llevaba puesto, caminó en dirección de donde había salido ella, no ha mucho andar, le llamó la atención unos geranios floridos, se acercó a contemplarlos, fue entonces que comprendió de donde venía el olor de la mujer que había tropezado con él, en ese momento envidió la planta que la impregnó pues por lo menos ella le había dejado su perfume y el fue solo un obstáculo con el que ella tropezó y la había dejado ir sin dejarle nada de él.
Nelson cogió unas cuantas flores y las apretó en sus manos hasta deshacerlas, tratando de sacar de ellas la esencia de la mujer que lo acababa de impresionar.
Cuando se encontró con Omar, le estrecho la mano, Omar retrocedió horrorizado y con furia incontenible le espetó,
-¿que olor es ese que traes? -Nelson sorprendido respondió
–Me lo dejó la mujer con la que acabo de tener un encuentro.
Fue ahí mismo que se le fue encima, y tomándolo por el cuello lo intentó estrangular, al tiempo que le gritaba, - maldito, tenías que ser tú.
Nelson se lo quitó de encima y preguntaba sorprendido.
– ¿Pero que te pasa?, ¿estás loco?, hemos sido amigos toda la vida ¿que tienes?
- Miserable. -chillaba aquél-. -y todavía me lo preguntas, pero si es obvio, te metiste con algo de mi propiedad, con lo que más amo en la vida.
- ¿Pero de que demonios me hablas? preguntaba Nelson confundido y guardando distancia de su amigo, que en ese momento estaba convertido en la más salvaje de las fieras. – antes de que sigas con tu agresión explícame, dime que hice, o terminaré creyendo que estás loco de remate.
Tratando de calmarse, pero con resuellos de toro bramó. – niega que eres el amante de mi mujer, con el que se mira todos los días so pretexto de ir a pintar, ¿Desde cuando me están viendo la cara?, ¿ya la conocías verdad? y yo de idiota te la iba a presentar, te traje a mi casa para que la conocieras, quería que vieras lo hermosa que es, quería que me envidiaras, por haber conseguido a la mejor de todas, a la más bella, pero ya vi que a la que conseguí, fue a la más pu… -No terminó la palabra porque desde la puerta, Luisa había presenciado la escena, y antes de que pudiera decirla, se le abalanzó con su mano abierta en el rostro y le dejo ir tremenda cachetada.
– No te atrevas siquiera a mancharme con tu sucia boca, ya estoy harta de tus celos sin fundamento, esta fue la gota que derramó el vaso, no te aguanto una más, además; ¿Qué tiene que ver este señor, jamás lo he visto en mi vida?
- No seas cínica, no trates de disimular, la evidencia está ante mis ojos.
Rompiendo en llanto Luisa emprendió tan loca carrera que desapareció ante la vista de los dos hombres. Omar quiso correr tras ella, pero Nelson se lo impidió.
-Déjala tranquila, ¿como es posible, que hayas inventado una historia tan absurda como la que acabas de decir? pobre mujer, tenía que conocerla en estas circunstancias, yo vine con todo el deseo de conocer a la mujer que por fin te pudo atrapar, porque si mal no recuerdo, decías que nunca te casarías, y hubiera sido lo mejor para esa muchacha que acaba de huir de tu presencia.
Confundido Omar, interrogó -¿No me digas que es la primera vez que la viste? si todo los acusa, traían el mismo olor, los dos son unos…
- Cállate Omar, ya no sigas hablando sandeces, te voy a explicar lo que pasó, solo te lo diré una vez, y a partir de que termine de hablar, me marcharé y aquí queda concluida nuestra amistad.
Nelson relató lo ocurrido, dejándole claro a Omar; que sí se había sentido atraído por ella, pero que ella ni siquiera se había fijado en él, según era la prisa que llevaba. Y terminado el relato, dio media vuelta y se fue.
Omar se sentó en el peldaño que daba acceso a su casa y como un niño que acaba de perder su mejor juguete lloró amargamente.
Por todos los medios trató de que Luisa lo perdonara, pero ella ya estaba muy resuelta, esta vez no cedería, demasiadas veces había soportado las escenas de celos de su marido, pero ésta ya era el colmo, y lo poco de dignidad que le quedaba no la iba a perder volviendo al lado de un hombre que no le tenía ni el más mínimo respeto.
Difícil fue la separación para ambos, se amaban no cabía duda, pero era mejor cortar por lo sano antes de que aquello se volviera una enfermedad incurable.
El divorcio duró, el tiempo que Omar quiso que durara, aunque por el hecho de no tener hijos, el proceso era más rápido, pero el se empecinaba en que todo se podría arreglar, gastaba las promesas de cambio, pero Luisa ya no le creyó y a él no le quedó mas remedio; que firmar el acuerdo de separación.
-Ahora eres libre. –le dijo. – pero el día que te vea con otro… te mato. -le sentenció. Con profunda decepción y tristeza, ella respondió.
-¡Claro! no podía esperar menos de ti, que lástima por los años que perdí a tu lado, me alegro haber tenido la cabeza bien puesta para no darte hijos, ahora te lo puedo decir, los evité, esperando embarazarme el día que cambiaras, pero ese día nunca llegó, y aún después de este proceso te atreves a amenazarme, que poco hombre me resultaste, espero que te olvides de tu amenaza, porque yo no estoy muerta y estoy dispuesta a rehacer mi vida, no voy a permitir, que me sigas amargando la existencia, si te empeñas en hacerlo; no dudaré en enviarte a la cárcel.
Su tono era resuelto, no había miedo, hablaba con tanta dignidad y seguridad, que Omar no pudo más que admirarla y pedirle perdón por última vez.
Luisa se refugió en la pintura, los geranios en flor; habían quedado tan perfectos en el lienzo que parecían reales.
-Son tan perfectos que puedo sentir su olor, le dijo el hombre que a menudo se sentaba en la banquita frente a ella, para verla pintar.
-¿Y usted quien es? -interrogó ella, que hasta ese momento no se había percatado de la existencia de él.
-Soy su más fiel admirador, llevo dos meses observándola, y hasta hoy, he visto una expresión de alegría en su rostro, por eso me atreví a hablarle.
-Disculpe pero no tengo tiempo de quedarme a conversar, tengo prisa.
-Como siempre
-¿Qué dijo?
-Digo que siempre anda a prisa, aunque ahora ya no hay motivo.
-¿Motivo?
-Claro, ya terminó su cuadro, ahora disfrútelo y tómese su tiempo.
-No se porque razón su cara me es familiar.
-Claro que le soy familiar, siempre me siento en la banquita frente a usted.
-Ah, debe ser por eso.
Colocó el cuadro en la pared frente a su cama, lo observó detenidamente y hasta le pareció que tenía movimiento, un penetrante olor la sacudió, pensó que estaba quedando loca, y de golpe vino la frase a su cabeza. –“Son tan perfectos que puedo sentir su olor”.
-¿Pero que me pasa? -se dijo. –como puedo percibir el olor natural de los geranios a través de una pintura, ¿me estaré volviendo loca? – sonrió por la ocurrencia, había estado tan cerca de los geranios por tanto tiempo que ya tenía impregnado el aroma en su cerebro.
Se preparó un café, disfrutó cada sorbo, tomó el libro “Cien años de soledad” que tenía a medio leer, pensó que Macondo era un buen lugar para vivir, lástima que fuera una invención del autor del mismo, trató de concentrarse en la lectura.
– Que lectura tan difícil. –Se dijo. - en que estaría pensando el Gabo. Colocó el libro de nuevo en su lugar y reflexionó; que desde el divorcio, su vida era tan gris, que sus momentos de claridad, eran cuando se dirigía al parquecito a pintar.
Esa noche durmió como no lo había hecho en mucho tiempo, había terminado un proyecto y por el momento no tenía otro en mente, solo la confianza de que el
nuevo día le traería un cambio positivo en su vida.
Despertó con la habitación toda iluminada por el sol de la mañana, más radiante no podía estar. Se sentó en la cama, pensó en repetir la rutina de siempre; tomar un baño, vestirse apropiadamente, arreglar la cama, prepararse un desayuno sano a base de frutas, regar las pocas plantas que tenía, ir a la esquina por el periódico, luego dejarlo en la mesa sin leerlo, encender un incienso de sándalo para la buena vibra, después ir a atender su tiendita de velas y medallas. Pero hizo todo lo contrario; no se bañó, se puso un pantalón flojo de manta, una camiseta ajustada, se preparó un par de huevos con tocino, metió ruido en la casa con la música de Elvis Presley, bailó un poco; salió así descalza como estaba, no porque se hubiera olvidado de calzarse, si no; porque por un día quiso ser rebelde, había pasado tanto tiempo preocupándose por el cuidado de sus pies, porque sus zapatos estuvieran siempre impecables y por mantener una imagen muy cuidada.
Caminó por varias calles, se dio cuenta que la gente la observaba, adivinaba lo que pensaban de ella, seguramente la tomaban por loca, entonces cuanta más sorpresa miraba en las personas, más gusto le daba, y les dirigía el mejor de sus saludos.
Llegó al parquecito, se sentó en la orilla de la fuente e introdujo sus pies en el
agua, no pasó mucho tiempo en este deleite ya que se le acercó un guardia y la hizo salir diciéndole que estaba prohibida tal práctica y que si la volvía a ver en lo mismo se la llevaría arrestada. Retomó el camino de regreso a su casa, se detuvo a comprar un algodón de azúcar, mismo que le regalo al primer niño que encontró.
- La sabiduría del sabio radica en sus pies. –sonó una voz a sus espaldas. Volteó bruscamente.
- ¿Quién es usted? ¿Y que dice?
- Soy el de la banquita frente a su pintura, y le digo que la sabiduría del sabio radica en sus pies.
-¿A que se refiere con eso? ¿Se burla de mí porque ando descalza?
-No me burlo, todo lo contrario la envidio, me refiero a que la sabiduría del sabio está en sus pies, porque unos pies cómodos hacen que uno piense mejor, pies oprimidos dentro de unos zapatos, solo le darán pensamientos oprimidos.
Luisa rió de buena gana, pensó que tenía lógica todo lo que aquél hombre de la banquita frente a su pintura decía.
- Y a propósito ¿cual es su nombre? porque usted no se llama el de la banquita frente a su pintura. Ambos rieron de la ocurrencia y se detuvieron para presentarse formalmente.
- Mi nombre es el hijo de Nel
- ¿Cómo? ¿pero quien se puede llamar el hijo de Nel?
-Yo, pero dígame Nel
-Nel, que extraño, pero allá usted, cada quien con sus asuntos. Mi nombre es…
-Luisa.
-¿Como sabe?
-Bueno, cuando a uno le interesa alguien, hace todo lo posible por saber de ella.
-y yo le intereso, ¿pero como? si ni siquiera me conoce.
-La conozco más de lo que usted piensa.
-Bueno, y… ¿cuales son sus intenciones conmigo?, porque le advierto que si usted anda buscando una relación, puede ir desapareciendo por donde apareció, no tengo ningún interés en relacionarme con nadie.
-No se preocupe que yo tampoco tengo ese tipo de interés, casualmente yo pasaba por aquí y me pareció buena idea conversar un poco ya que cuando usted pintaba nunca la quise interrumpir, pero ahora no es el caso, por eso me atreví a hablarle, pero si le molesto le puedo hacer caso y desaparezco.
Luisa pensó que había sido muy grosera, con aquel hombre que solo intentaba ser amable con ella.
-Discúlpeme, no me haga caso
-¿A donde se dirige?
- A cualquier lado y a ninguno, solo caminaba
- Perfecto, si me deja acompañarla a cualquier lado y a ninguno, me sentiría muy honrado.
- ¿Siempre es tan galante y educado?
- No, solo cuando la persona se lo merece.
- Pero yo no me lo merezco, fui muy grosera con usted.
- ¿de veras?, no me di cuenta
- Lo dicho; es usted muy galante y educado.
- ¿Me permite un momento? necesito hacer algo para estar a tono con usted. –Nel se quitó los zapatos. – ¡Listo! Ahora somos dos.
- ¿Que irá a pensar la gente de nosotros?
- Le importa mucho lo que piensen
- No, me da igual, hace tiempo que dejé de preocuparme por eso.
- ¿Qué hará por la tarde?
- No lo se, he decidido no preocuparme por lo que haré después.
- Bueno, si no hay planes, me gustaría invitarla a… - no lo dejó terminar.
- Lo siento, las invitaciones masculinas están fuera de mi vida. – Aligeró el paso, dejándolo atrás y con una expresión de confusión en su rostro.
Él no intentó seguirla, dio la vuelta y caminó en sentido contrario. Luisa se detuvo, volteó para ver si él venía detrás, y ya no lo vio.
Los días transcurrieron de la misma forma en que transcurren siempre, para Luisa no había novedad, volvió a su rutina de siempre, tenía que atender su tiendita, porque sino; de que iba a vivir, había rechazado la pensión que su ex esposo le propuso, no quería aceptarle nada, para que no tuviera ningún derecho sobre ella, cortó de raíz cualquier cosa que pudiera recordárselo.
A diario pensaba que debería emprender de nuevo la pintura, pero no había visto nada que le llamara la atención para poder plasmarlo en un lienzo, y cuando meditaba en esto; imaginaba al hombre sentado en la banquita frente a su pintura, ¿que sería de él?, la ultima vez prácticamente lo había corrido, se sintió muy mal por ese recuerdo, a lo mejor aquel hombre era un alma solitaria como ella y andaba en busca de compañía, entonces le vino la idea más grandiosa que se le pudo ocurrir en ese momento, haría una pintura de aquél hombre, lo haría vestido de negro, pues el negro para ella significaba soledad, lo pintaría sentado en la banquita donde él la conoció, le agregaría un manojo de geranios a una de sus manos, porque gracias a ellos lo había conocido, tenía que cuidar cada detalle en su pintura, era un hombre elegante de finos modales por lo tanto, lo haría con la pierna cruzada, el dedo índice de su mano izquierda tocando la cien, como si analizara algo que en ese momento estaba viendo ¡si! haría que la pintura hablara por si misma, y para rematar; que mejor detalle que pintarlo descalzo, para recordar aquel único día, que tuvo la oportunidad de conversar con él, y que se había puesto a tono con ella al quitarse los zapatos.
Se armó de todos los implementos necesarios, para iniciar la labor, decidió que el domingo era un buen día, para dedicarse a él.
Colocó su caballete, puso el lienzo , vio hacia la banca, pero Nel no estaba, por un momento deseo verlo sentado ahí, para que su pintura fuera más fiel, pues tenía miedo que sus recuerdos la traicionaran, siempre había sido una mujer despistada y por lo general casi nunca se fijaba en las personas o en sus detalles.
Tres domingos habían pasado, la pintura iba tomando forma, ya se podía distinguir a un hombre sentado sobre una banca, el rostro aun no se hacía, Luisa tenía la esperanza de volverlo a ver para no fallar en sus facciones. Al quinto domingo, su corazón dio un vuelco, Nel estaba ahí, en la misma banca, observándola con deleite y admiración, no le dirigió la palabra, solo la miraba agitar los pinceles sobre el lienzo y de vez en cuando echarle una mirada a su rostro. Ella igual; tampoco le dirigió la palabra, pero rogaba en su interior que aquel hombre no se fuera de ese lugar, quería que él adivinara sus deseos. Aquella mirada fija la empezó a trastornar, sintió encenderse sus mejillas, aquellos ojos penetraban como puñales en su ser. -¿Qué me está pasando? - se dijo. –a mi nunca me ha importado las miradas de nadie, no les pongo atención, pero hoy; esos ojos me están volviendo loca, jamás descubrí una mirada así, ni siquiera en Omar.
Guardó todo, tapó la pintura, para que Nel no la pudiera ver, y se marchó sin decir nada. Llegó a su casa, se derrumbó sobre el sillón y empezó a llorar, no entendía lo que estaba pasando, pero sentía la necesidad de unos brazos masculinos, brazos que la protegieran, brazos que la amaran. Comprendió que seguía siendo mujer, que estaba viva, que la mala experiencia con Omar, no le había matado su sensibilidad femenina, y dio gracias a Dios, que le haya puesto a Nel en su camino, sin él no hubiera podido saber; que lo que vivió en el pasado ya estaba prácticamente cicatrizado, pues solo de esta forma se puede volver a sentir.
Al siguiente domingo lo vio tal donde esperaba verlo, suspiró aliviada, pero no deseaba que él le hablara, pues no quería romper la magia en su pintura, si hablaban él preguntaría que hacía, y ella tendría que decirle, entonces todo se volvería tan tangible, tan real, tan poco interesante, prefería el misterio, ese que nos mantiene en suspenso y que le da más valor a las cosas.
Nel tenía el don de la adivinación, o por lo menos esa era la impresión que daba, parecía entender lo que Luisa pensaba y obedecía a ese pensamiento. La verdad; Luisa estaba desconcertada, ¿Quién era ese loco que la miraba por horas, sin moverse, ni hablarle?
Dos domingos más y el cuadro estaba terminado, la misma Luisa se asombró, por la expresión del rostro de Nel en la pintura, esa mirada tan penetrante, tan inquisitiva de repente, parecía como si esos ojos le quisieran revelar algo. Pensó que ni Davinci habría logrado una expresión así en una pintura. -¡Bah! –Dijo, -solo esto me faltaba, querer superar al maestro.
Lo dejó puesto en el caballete, en la sala, frente al sofá, se recostó, lo vio fijo sin despegar su mirada del cuadro, el tiempo se detuvo y por un momento se vio sentada a la par de aquel hombre en la pintura. Se durmió, soñó que aquel ser era un pájaro, montada en él, la llevó a recorrer aquellos lugares que ella no había podido conocer, a gran altura, el aire daba en su cara con ímpetu, esa sensación de altura, le provocó vértigo, y el vértigo; la llevó al éxtasis.
Despertó sofocada, buscó una manta y tapó el cuadro, no lo volvería a destapar hasta tres domingos después.
El siguiente domingo después de aquel místico sueño, se fue al parquecito, la banca estaba vacía, sintió tristeza, a ese parque; y precisamente a esa banca, le hacía falta la presencia de Nel. Estuvo sentada ahí por algún tiempo, pensando en lo idiota que pueden ser a veces las personas, ni siquiera se dio la oportunidad de conocerlo, se llenó de rabia contra ella misma, colocó sus manos juntas, cerró sus ojos e inclinó la cabeza como si fuera a elevar una plegaria.
De regreso una figura conocida le devolvió la alegría, justo del otro lado del parquecito estaba Nel alimentado las palomas que se aglomeraban cerca de la fuente. Su corazón empezó a palpitar más fuerte, ella caminó frente a él, Nel solo se limitó a verla con disimulo, llevaba unos jeans desteñidos, camisa de manta, sandalias de cuero, el pelo desaliñado, a cada lanzada de alpiste; Luisa no podía mas que admirarlo, tan varonil, tan propio, tan seguro, recurrió a toda su cordura para no decirle ahí mismo lo que su presencia le provocaba.
-Me extrañó, no verlo en la banquita de siempre.
-¿Perdón?
-No,.. digo que…
- ¡Ah! si, disculpe, es que estaba distraído con las palomas, pensé que ya no me necesitaba.
- Necesitarlo yo, ¿para que?
- Que se yo, talvez para distraerla mientras pintaba, me di cuenta que de vez en cuando me miraba, eso me complacía, pero me dejó inquieto.
-¿Inquieto? ¿De que?
- Pues me gustaría saber en que piensa una mujer cuando pinta la naturaleza mientras mira a un hombre.
- En eso precisamente; en la naturaleza
- Y hoy… ¿no se va a escapar?
- ¿Quiere que lo haga?
- No, de ninguna manera, pero no se que esperar de usted.
- No espere nada, solo deje pasar el tiempo.
- Mientras el tiempo pasa, se pierden cosas.
- ¿A que se refiere?
- Específicamente a usted y a mí.
- He sido una tonta perdóneme
-No, perdóneme usted a mí por no ser más agresivo
-¿Agresivo? no me asuste, detesto la violencia.
-No, no se asuste, no es al tipo de agresividad a la que usted piensa que me refiero, es a…. la tomó de las manos, la atrajo hacia él, la sujetó por la cintura y la besó apasionadamente, sin que ella tuviera tiempo de reaccionar. La soltó arrepentido, creyó que esa acción la haría huir de su lado. Pero Luisa ya no era dueña de su voluntad, su cuerpo temblaba, fue ella la que regresó a él en un abrazo que duró hasta que los latidos del corazón volvieron a su ritmo normal. A petición de Luisa, fueron a sentarse a la banca, donde había nacido el último cuadro.
- Este será nuestro sitio -le dijo, -pues aquí te conocí.
-Estás equivocada, no me conociste aquí, haz memoria.
-Se que este es el lugar, no se diga más.
-Está bien, lo que tu digas.
Nel no quería contrariar a Luisa, decidió que mejor era recuperar el tiempo perdido, se dedicó a abrazarla, a sacar todos lo besos contenidos, acariciaba su negra cabellera, rozaba sus mejillas con las de él, contemplaba lo hermosa que era, se la quería comer a besos.
La cita fue hasta el próximo domingo, en el mismo sitio, Luisa prefería que fuera así, no lo quería cansar con su presencia todos lo días, lo llevó a su casa, quiso que él la conociera, que conociera el espacio donde ella había estado sumida en la soledad por tanto tiempo.
El cuadro seguía ahí en el mismo lugar, con la manta encima, Nel quiso verlo pero Luisa se lo impidió argumentando, que no era tiempo, que ya lo vería en otra ocasión, él ya no insistió y se dedicó a pasarla bien junto a ella.
Lo despidió ya entrada la noche, que más hubiera querido él que quedarse con ella, pero no quería precipitarse hasta no estar seguro, además había muchas cosas que aclarar, estas cosas tendrían que esperar hasta el próximo domingo.
El cuadro fue develado ante Nel, la sorpresa fue muy grande, jamás hubiera pensado que él estaba en el cuadro, estaba tan emocionado, que se quedó sin palabras.
- Te lo regalo. – le dijo ella. –puedes llevártelo es tuyo.
- No. –Respondió Nel, no lo quiero.
El rostro de Luisa, se transformo, de una sonrisa inmensa, pasó a tener la cara más seria que había visto Nel, por lo que tuvo que actuar inmediatamente.
- Perdona si te hice sentir mal, lo que quise decir es que este cuadro te pertenece a ti, es tuyo, tu lo pintaste, además estoy yo ahí, por lo tanto eres tú la que lo debe tener.
- Pero yo te lo quiero regalar.
-Está bien, lo acepto, y ya que es mío, te propongo un trato.
-¿Qué tipo de trato?
-Te lo cambio por “El olor de los geranios”.
-¿Qué?
-Si, el cuadro que pintaste antes
- Pero no se llama así, se llama “Geranios en flor”.
-Ese es el nombre que tú le pusiste, pero yo te dije que eran tan perfectos que se podía sentir su olor y como tal lo bauticé así. Y ese es el cuadro que quiero porque, fue a partir de él que yo empecé a amarte.
- En ese caso no se diga más, ven para que tu mismo lo quites de la pared y coloques allí a “El caballero de los geranios”.
- ¿Te gustan los geranios verdad? todo lo tuyo tiene que ver con geranios.
- Es algo extraño, te diré que nunca me habían gustado, pero desde que los descubrí en el parque, sentí una fascinación incomprensible por ellos, como si tuvieran magia, ahora veo que es cierto, gracias a ellos te conocí.
- En eso tienes razón, los geranios me llevaron a ti.
Se sentaron en la cama a contemplar a “El caballero de los geranios” que ya había sido colocado en el sito donde antes estuvo, “El olor de los geranios”.
-Ahora me verás cuando duerma, fue a través de tu mirada que me volví loca por ti, quise plasmarla lo más idéntica posible en ese cuadro, el otro día me dormí contemplándolo y tuve un sueño, soñé que eras pájaro y que me llevabas a recorrer el mundo contigo, fue tan extraño tuve la sensación de que no volvería a despertar, dicen que cuando uno duerme experimenta la muerte.
- Pues tu sueño se hará realidad, te llevaré a recorrer el mundo conmigo, trataré de hacerte feliz.
- No necesito viajar para que me hagas feliz, me basta con tenerte conmigo.
- Pues me vas a tener siempre que lo desees, y… esta noche me deseas.
- Esta y las que faltan en mi vida.
- Luisa quiero sincerarme contigo, ¿aun no adivinas quien soy ?
- Ya se que eres el amigo de mi ex esposo, se que eres Nelson
-¿Lo sabías?
- ¡Claro! ¿Porque crees que no quería relacionarme contigo?, tenía miedo, recuerdo la primera vez que te vi, fue cuando tropecé contigo, la vez que mi ex esposo te invitó a comer.
- ¿Entonces ese asunto de que eres despistada, es una mentira?
- En realidad si soy despistada cuando algo no me llama la atención, pero ¿como no me iba a fijar en ti mi amor?, lo que pasa es; que por lo celoso que era mi marido, prefería hacer como si no miraba a nadie.
-¡Pobrecita!, cuanto debes haber sufrido a su lado.
-Todo sacrificio tiene su recompensa y tú eres mi recompensa.
Se abrazaron y se perdieron uno en el otro, hasta que la luz del nuevo día los descubrió con sus cuerpos muy juntos y con la promesa de no separase jamás.
El idilio hubiera sido eterno si a Omar no se le hubiera ocurrido aparecer precisamente cuando más estaban disfrutando de su felicidad.
Después de la noticia, Nelson acarició el vientre de Luisa, sentados en la banquita del parquecito que los unió, estaban sonrientes, dichosos, juntos habían formado un nuevo ser con todo aquél gran amor que se tenían.
- ¡Miserables! -gritó un hombre que estaba parado frente a ellos, -Lo sabía, yo nunca me engañé.
Dos detonaciones, rompieron el silencio, una parvada de aves voló al otro extremo. Dos cuerpos yacían inertes uno sobre el otro, la mano aun acariciando el vientre; fue lo que más impresionó en la fotografía que se publicó en el periódico.
Tiempo después dos cuadros eran subastados, los compró un escritor, que inmediatamente imaginó una historia, una historia que se sumaría a otras ya exitosas escritas por él.
En la mesita antigua de roble, con una pluma de tinta morada empezó a escribir:
“El olor de lo Geranios” por: Nel de Louise
Luisa llevaba el lienzo en una mano y en la otra los pinceles y la caja de las pinturas, andaba a paso ligero…
Fin