El niño juega con su balón
en el parque cerca de la muchacha que
lee un libro, de cuando en vez la pelota se escapa y va a parar a los pies de la joven mujer. A los 9 años el niño solo quiere jugar y divertirse,
a los 25 la mujer solo quiere instruirse y atiborrarse
de lecturas actuales.
De cuando en vez la mujer suspende la lectura para lanzar el balón y advertirle al niño que tenga cuidado.
El chiquillo sonríe con
gracia cada vez que aquella le devuelve el balón, a ella le causa ternura aquel niño de
mejillas sonrosadas. . .
-
¿Te puedo dar un beso? .- le dice con su
vocecita inocente
-
¡Claro mi amor! Si puedes .- el niño se
acerca, le da un beso en la mejilla ruborizándose en su edad.
-
¿Me esperas a que crezca? Quiero casarme
contigo
La mujer sonríe de la
ocurrencia, le aprieta las mejillas y lo envía tras el balón que acaba de
lanzar.
-
Ve querido, sigue jugando, lo que dices es
imposible, cuando tu crezcas yo estaré muy vieja.
El niño corre tras su
juguete, como tras de la vida y se olvida de lo que acaba de pedir. La mujer
guarda su libro y se va a casa desojando primaveras, secando inviernos, sudando
veranos y arrastrando otoños.
El joven de veinticinco
años, sentado en la banca del parque lee un libro, de cuando en vez suspira y
hace un alto en la lectura, cierra de golpe el libro y se levanta de repente,
asustando a la señora que va pasando y haciendo que se le caiga al piso la
agenda que lleva en sus manos, desparramándose algunos papeles donde se
distinguen apuntes. Nervioso ayuda recoger lo que se ha caído, se disculpa
estrechando la mano de la dama, ella le sonríe y le hace saber que no ha pasado
nada. Se despiden, él le da un beso en la mejilla experimentando un dejá vu, la ve extrañado pero la deja ir sin decir nada...